lunes, 28 de abril de 2014

Hay cosas que se tatúan sin tinta

      He amado tus pecas, tus ojos y tus ojeras, la forma que tienes de irte y de mirarme como si me matases. He llovido a tu lado, me he acostumbrado a que nunca me acostumbras del todo, por ser cada día diferente sin ser otro. Al final he entendido que formas parte de un instante que apenas dura un segundo, pero que ocurre constantemente.
Porque amor no es amar las cicatrices del otro, sino que la otra persona te ayude a amar las tuyas. Sigo sin saber si es lo más bonito o lo más triste...darle permiso a alguien para que entre sin llamar, para que en un abrazo pueda romperte o arreglarte. Damos mil vueltas intentando recordar en que momento nos dimos cuenta de que llorar ya no podía curarnos las heridas. Porque por supuesto, nos cuesta entender que las peores heridas, las más profundas, nos las hemos hecho nosotros mismos esperando que viniese alguien a curarnos. 
      He tenido miedo, miedo de decir esto o aquello, pero de nada sirve que te des cuenta del miedo que tienes si no eres capaz de mirar debajo de la cama y comprobar que no hay monstruos allí, porque a veces y casi siempre nos quedamos en el umbral, con el miedo impidiendo acercarnos del todo y entonces de nada sirve amar las cicatrices del otro, porque las personas son más de lo que dicen, y lo que callan hay que aprender a escucharlo. Y es que los héroes son aquellos que aún acordándose de las cicatrices se vuelven a enamorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario