miércoles, 30 de enero de 2013

Una retirada a tiempo es una victoria

¿Alguna vez habéis nadado en pozos sin fondo? ¿Habéis tropezado con piedras caminando sobre la acera? 

Yo también conocí a personas que intentaron enseñarme el lado fácil de las cosas, pero lo que no sabían ellas es que nunca fue lo mismo 'fácil' y 'sencillo'; jamás. 

Lo fácil es todo aquello que se asimila tal cual; sin vueltas ni rodeos. Son heridas que te dejas hacer por cobardía, son trenes que no coges por pereza. Por otra parte, lo sencillo lo es porque nosotros queremos que lo sea; los problemas son sencillos si los llevamos al desguace y los convertimos en sucias y simples piezas que, o encajan o no encajan, ayudándonos así a saber de manera rápida si la solución que construimos será válida, o no. Lo sencillo nos empuja a avanzar, nos quita el miedo y nos deja ver las cosas más nítidas, mejor enfocadas; nos permite ampliar perspectivas, y vivir con más grados de apertura a pesar de que la luz solo incida en lo evidente.

Una vez que aprendí esa diferencia también aprendí a ver con el alma, a tocar con la mirada y, en definitiva, a morder el cielo sin miedo a las alturas.
Aprendí a no temerle a la Luna, ni a sus ciclos viciosos. Aprendí a disfrutar de todas esas semanas de cada una de las estaciones del año; aprendí a ser calor en Invierno y a tener las manos siempre frías en Verano, a combinar el naranja del Otoño con cualquiera de mis sonrisas y, sobre todo, aprendí a disfrutar de las flores en Primavera; a pesar de que, muy a menudo, me topaba con más de un capullo...

Reí y lloré, y no siempre en ese orden; 
Me contradije, y de repente todo fue sencillo.
Lo fue porque sabía perfectamente cuál era la pieza que le faltaba al puzzle que había sobre mi mesita de noche. Lo fue, porque apunté sobre el gotelé cada solución no válida y dejé encima del escritorio esa bombilla que alumbraba mi rostro cada vez que te miré y tú no estabas. Para que así no se fundiese nunca.
Lo fue, porque después de cada pozo sin fondo y cada piedra, me sentaba y comprendía que no había más bella melodía que la del peso de mi cuerpo sobre los fríos muelles de tu cama vacía.
Simplemente, lo fue.
Fue mi cuerpo, tu cama, nuestros muelles...
Fue mi vacío.
Fui yo.
Fue sencillo.

sábado, 19 de enero de 2013

Poder decir adiós es crecer

Al final del día, todo lo que queremos es estar cerca de alguien. Eso de mantener las distancias y pretender que no nos importan los demás, suena como una gran mentira. Así que elegimos y escogemos a quien queremos para estar cerca de ellos. Y una vez que hemos escogido a esa gente, tendemos a quedarnos cerca. No importa cuánto daño les hagamos, la gente que sigue contigo al final del día, esos son los que vale la pena tener. Y claro, a veces, cerca, puede ser demasiado cerca. Pero a veces, esa invasión del espacio personal, puede ser exactamente lo que necesitas.

Todos hemos tenido a esa persona en nuestra vida, un cuento de hadas sin final feliz, el amor que se escapó, la ladrona de nuestra inocencia, el error que repetiríamos gustosamente. Es la locura que no entiende de lógica, el recuerdo que nos obsesiona de un modo que no sabemos explicar ni nuestros amigos entender. La cicatriz en el corazón que nunca desaparece, el secreto que guardamos para nosotros mismos, la tortura que logra despertarnos una sonrisa.
Es la comparativa injusta con la que medimos el resto de nuestras pasiones, el fantasma inalcanzable al que idealizamos, el sueño que regresa en plena madrugada, el tren que pasa y que nunca regresará, por mucho que esperemos en la estación, el examen que fallamos porque no sabíamos las respuestas, el fracaso necesario para saborear otros triunfos, es la novela a la que le falta la última página, las lágrimas que no nos arrepentimos de haber vertido, el reflejo invisible en el cristal, el susurro de palabras tristes que nunca recordamos olvidar, el quizás, el tal vez, el jamás y por siempre.
Nuestro castigo y nuestra recompensa, el hola y el adiós, el acierto y el error, todo y nada. La aventura más excitante que debemos dejar atrás antes de empezar a vivir la vida real. 
Porque también es el motor que nos empuja a salir de nuestro caparazón y buscar el tesoro oculto al final del arcoiris. La chispa que pone en marcha nuestros sueños. Que nos enseña a no conformarnos, a no rendirnos, a seguir intentándolo, una vez más y mejor.
A todas esas personas del mundo, gracias por existir, sin ellas no seríamos lo que somos. Nunca habríamos logrado reunir el coraje suficiente para intentarlo siquiera.


Cuando sentimos un escalofrío, nos estremecemos, cuando nos excitamos, adrenalina. El cuerpo obedece de forma natural a sus impulsos…Por eso es tan difícil controlarlos. Claro que algunas veces tenemos impulsos que preferimos no controlar… que mas tarde preferiríamos haber controlado.
El cuerpo es un esclavo de sus impulsos. Pero hay algo que nos vuelve humanos… y que podemos controlar. Después de la tormenta, después de la carrera, después de revivir un momento pasado podemos relajarnos y limpiar nuestra mente. Podemos intentar olvidar el pasado… y otra vez.

sábado, 12 de enero de 2013

No es lo mismo miedo que cobardía


Y así me sentía: indefensa por no poder abordar toda aquella catarata de palabras a causa de tener la mente atrapada en tu boca. 
No quería que me recordaras por lo torpe y tonta que parecía en ese momento, tampoco por lo frías que eran siempre mis manos.
La frente, el párpado, tu mandíbula... Recorrí cada una de tus facciones por el mero placer de entenderte; tu ceño eternamente fruncido, tus cejas preocupadas y atentas, tus ojeras tristes; tu sonrisa apagada. 
Intenté buscar de ese modo el secreto para romper el hilo que hacía de ti una marioneta triste, cuya pena crónica estaba atada a los cambios del tiempo.
Entonces noté como tus manos se relajaban sobre mi espalda, y como tu pecho te pedía a gritos estar un poco más cerca del mío; como tu calor me invitaba a pasar, sin necesidad de quitarme los zapatos... Como, poco a poco, me dejabas conocerte.
 Y sé que mi corazón no necesita diccionarios ni traductores para saber que un 'no quiero sufrir' es el prefecto resumen a tus palabras.

Es lo que da sentido a nuestras intuiciones, los presentimientos, las certezas que no podemos demostrar pero que nos empujan a tomar una decisión y no otra. Es lo que nos lleva a confiar o desconfiar de una persona. Lo que nos permite sospechar que alguien está enamorado de nosotros, aunque no diga nada. Estamos rodeados de pistas. Pistas que nos indican el camino a la felicidad, qué hacer, qué decir. Pistas que a veces seguimos y a veces ignoramos y en ocasiones fingimos seguir o ignorar, cuando nuestra cobardía nos hace de lastre. Nos refugiamos en un "no lo sabía" que en realidad es un "sí lo sabía, aunque no pueda explicar cómo". 
"¿No todo es como a ti te gustaría? ¡Bienvenido al mundo real! Conseguir tus sueños llevará tiempo. Pero esto es lo que hará que realmente merezca la pena. Porque cuando mires atrás, verás cuánto te costó y lo valorarás mucho más. Sólo los cobardes se rinden sin haberlo dado todo"


Nos creemos muy listos, pero lo cierto es que, en la vida, nunca sabes el final hasta que no llegas a él. Así que es bueno que nos permitamos ser felices, porque nunca sabemos cuanto puede durar esa felicidad.

martes, 8 de enero de 2013

El corazón es terco no se conforma con menos de lo que espera

A ver cómo le explico yo a mi corazón que no se tenía que enamorar y menos de ti, cómo le digo ahora a mi espalda que basta de esperar, que estaba equivocada, que a lo mejor, solo a lo mejor, todo el mundo llevaba razón al decir que le diera tiempo al olvido, a ver cómo le explico yo a mi razón que ha perdido por completo el juicio y la cabeza, que ha perdido la maldita brújula.
“Si tuviera que elegir entre el dolor y la nada, elegiría el dolor”.


La gente no tiene ni idea del dolor, no te han besado un día de lluvia para luego ver llover sin ti, no te han visto frente al espejo intentando arreglar la tristeza de tus ojos, ellos no te han visto dormir, qué sabrán entonces de la paz, de la calma, qué sabrán...y sólo quien entiende la segunda definición, sabe lo que es el dolor, he conocido a alguien, mi amor, y se ha colado por la herida que tanto te empeñaste en mantener abierta.
Me miró entonces y me susurró bajito si podía colarse por el hueco de una de tus tantas puñaladas que con tanto cuidado intenté mantener intactas, se quedó allí a dormir, entonces entendí el por qué...por qué me sabía tan dulce la espera de algo que ya no iba a llegar, ahora entiendo por qué quise mantener mi corazón expuesto a la intemperie, sólo desde dentro podría cicatrizarte
Algún día te diré la verdad sobre estos días, te diré que hiciste de mi un puto mosaico de mil piezas, que no tenías derecho a ello, te diré que alguien me ayudó a recoger los pedazos de tu huida, te diré que no me bajes la mirada, que tú lo rompiste todo, que jamás, jamás tendrás derecho a replicarme nada, que deberías mirarme a los ojos y explicarme por qué creíste que tanto dolor era necesario.
Pasarán los días, y yo volveré a vivir en los pequeños momentos, en los puede ser y en los quizás que no llegaron. (En los muchos otros que debimos evitar.) Llegarán tus ojos deslumbrando lo que nunca supieron valorar.
Sin embargo, una vez te dije que algún día, sería yo quien se volvería de piedra y sería yo quien escapase. Que ya no quiero ni tengo fuerzas para seguir siendo tu marioneta; que ya he aprendido desnudarme de tus cuerdas.

Se aprende mas de los juegos que se pierden que de las partidas que se ganan

Un mal año, lo sé. Pero, egoístamente hablando, ha sido el año en que recordé que no hay nada imposible.

El pasado se escribe con rotuladores permanentes. No puedo borrar mis recuerdos, pero puedo decidir ignorarlos. No existen dos situaciones idénticas en nuestras vidas, cada momento, para lo bueno y para lo malo, es único.
Dicen que las parejas deben reconquistarse cada día, que no vale lo mucho que hayas hecho en el pasado por la persona a la que quieres. Si empiezas a descuidarla, no te la mereces, porque el amor no es un premio que se gana a perpetuidad. Hay que saber cuidarlo.
Al igual que no puedes condenar una relación por errores que se cometieron en el pasado. Si mirar atrás no sirve como excusa para retener a alguien, tampoco debería usarse para castigarlo.

Reconocería su pelo en cualquier enredo, y sus piernas.. También sé que le encanta el café solo, pero que lo prefería conmigo.
Y no lo confundiría con ninguno simplemente porque el va más allá; siempre llegaba tarde a nuestras citas, nunca me besaba como yo quería en público, y solo a veces me dejaba ser yo quien preparase el café.. Pero aún así era el quien sabía sonreírme de esa manera tan suya, de esa única forma que conseguía envolverme y morderme el cuello.

Es extraño, lo sé, pero es que esa espalda levantó mis cuerdas del fondo; el me salvó, me sacó de ese bucle vicioso en el que me metí yo sola, y además, consiguió que  fuese menos doloroso gracias a dejarme esnifar las ganas de vivir que amanecían cada mañana en su nuca. El mataba y revivía. Era el infierno que se fundía en mi boca...Recuerdo haber caído un día, o una noche. Recuerdo que no dolió, pero que el vértigo estuvo ahí para cogerme de la mano; como siempre. Recuerdo que nunca dejé de esperar tus brazos sobre mi fría espalda, sujetando esos miedos para evitar que chocaran contra el suelo; haciéndose así aún más numerosos. Guardo algunas tenues lagunas que no hacen más que regalarme dudas; dudas de si caí de mi cama...o de la tuya.


Me engaño y me repito que no me has olvidado, que me esperas y empezó a orbitar sobre mis dudas y lo entendí. Apareció de la nada y cayeron de mis ojos tantas vendas como espinas en carne viva, los clavos ardiendo que dejaste los sujetó con sus dedos y los acercó a mis ojos y me obligó a mirarlos. Así que gracias, gracias por tus ojalas con destino a ella, por tantos disparos cargados con balas de lluvia, por jugar con la palabra huida como si no fuese a dolerme sabiendo que era de mí de quien huías.
Tú que conoces cómo hacerme sonreír y perder los papeles y hacerme soñar. Porque sabes ciertas cosas y por ello sabes que me gusta perderme en mi misma y en ti. Tú que conoces ese punto en mi espalda y ese otro en el cuello. Tú que sabes qué decirme para que me quede sin palabras y qué hacer para conseguir que se me amontonen en los dedos. Tú, que siempre huyes y vuelves y te vas y no regresas pero siempre estas. Porque conoces lo malo y lo bueno de esta historia, que aceptas lo mejor y lo peor de que en ocasiones prefiera una hoja en blanco a contarte a ti lo que siento, o lo que no siento, o lo que temo sentir. 
Te miro y me miras y me tengo que callar y tengo que tragarme las ganas de odiarte, el orgullo, te miro y me miras y tengo que tragarme que quizás sea la maldita verdad.
Cierra los ojos, y déjame contarte algo..comprendí, que nos habíamos convertido en dos trozos de cristal frágiles temiendo el golpe definitivo que consiguiera lo que tan imposible parecía tan sólo unos días antes…rompernos en mil pedazos sin posibilidad de reconstrucción. Dime, ¿en qué caricia nunca dada llegamos a este punto? ¿en qué kilómetro empezó realmente la distancia entre tú y yo?...
Cuando decidí alejarme de mí misma no supuse que me acercaría tanto al miedo de enfrentarme a una hoja en blanco. Cerrar los ojos y desear ser otra persona es la parte fácil. Lo difícil, viene cuando lo consigues.