lunes, 1 de octubre de 2012

Por dejarme llevar, ahora no se volver


Llega un día en el que te das cuenta de que en ese recuerdo solo quedas tú, y que lo único que te ata a él es esa herida, y que haciéndola sangrar no mantienes vivo su recuerdo, la única forma de que no te rompan el corazón es fingir que no tiene uno. 
Cambiar esta sobrevalorado, lo que tiene merito es asumir que eres como eres, pero...¿que hay de lo que si puedes cambiar? Cambiar algo que forma parte de nuestras vidas, duele, entonces a pesar del dolor, ¿por que nos empeñamos en cambiar? Elegimos cambiar porque tenemos miedo de estar equivocados y tememos perpetuar el error, o porque sabemos que cambiar es la única manera que existe para dejar de sufrir.
Yo antes era diferente, supongo que mas optimista y sobre todo menos resentida, pero es que antes no me habían pasado algunas cosas. Es el tiempo el que me cambio, pero si algo he aprendido gracias a el es que la mayoría de las veces no es suficiente dejarnos la piel en el intento, por que hay cosas que nunca cambiaran, entonces, ¿por que nos sentimos culpables? En la mayoría de los casos todo parte de una mentira, en otros, es consecuencia de nuestras malas acciones, por que no existe culpabilidad, por grande que sea, capaz de cambiar el pasado.
El ser humano se adapta a todo, supera el dolor, cierra historias, empieza de nuevo, olvida, hasta consigue sofocar las mas grandes pasiones, pero a veces, basta con nada para comprender que esa puerta nunca se cerro con llave.
Hasta los sueños más poderosos acaban convertidos en cera derretida que recuerda lo importante que fueron un día, antes de que el mundo les pasara por encima. El sufrimiento viene del deso, no del dolor. Desear algo con todas nuestras fuerzas es una carga demasiado grande como para que podamos asumirla cada hora del día. Por eso nos gustan los impulsos, los gestos espontáneos, la locura. Porque cuando no puedes pararte a pensar no puedes poner un cepo a tus fantasías. Por eso nos gustan los cuentos de hadas. Porque queremos soluciones mágicas, que nos devuelva la determinación y nos haga creer de nuevo en nuestros deseos más locos. Si algo acaba bien, le perdonamos las inconsistencias. Porque la alegría nunca es racional


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