miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cuando debemos pensar sentimos, cuando debemos sentir pensamos

He decidido que no voy a humillarme con excusas o explicaciones que no quiero dar. Tengo el propósito de ser yo quien controle la situación en todo momento. Aunque no sea así, necesito creer que lo estoy consiguiendo.
Debería irme (digo), que lo haya dicho en voz alta es una señal inequívoca de que realmente no deseo hacerlo. Sin embargo la frase también implica que estoy dispuesta a irme si la alternativa es tener que ser yo quien pida permiso para no hacerlo. No voy a rogar ni a mostrar mi debilidad. Necesito una victoria. Aunque sea una fingida.
Hoy no quiero estar sola. Necesito sentirme acompañada, permitir que sean otros los que por una noche carguen con el peso del mundo. Se que me estoy engañando, pero no me importa. A veces necesitamos contarnos mentiras piadosas que nos permitan irnos a dormir con una ligera sonrisa en los labios.
Desde el principio he tenido claro que era algo temporal. Un pasatiempo inocente, mientras decido qué hacer con mi vida. No lo necesito, es lo que me digo a mí misma. Como los drogadictos convencidos de que no tienen un problema. 
Si aseguras que puedes dejar algo, pero sigues regresando una y otra y otra vez, ¿en el fondo no te estás engañando?
Caigo en la cuenta una noche, mientras intento dormir. Estoy haciendo justo lo que dije que no podía permitirme hacer. Alargar una situación en el tiempo, confiando en que las cosas cambien mágicamente, sigo cometiendo los mismos errores...esas costumbres con las que resulta un poco más sencillo engañar a la tristeza y hacerla creer que ya no es bienvenida.
Quiero exactamente eso; que aprendáis conmigo que no siempre es mejor un pájaro en mano que cien volando: mejor tenerlos a todos bajo control. Seguro que alguno te falla.. Por eso es necesario ir dejando migas de pan por donde pisamos; para que esos seres  vayan siguiendo tu camino, en vez de sobrevolarte y olvidar que esa necia que camina orgullosa fue la que les enseñó a volar.

Y de paso, a ver si logro convencerme a mi misma de que, al fin y al cabo, todas esa malas rachas que un día llegaron sin avisar han pasado sin despedirse, y que gracias a las agujas del reloj hoy tengo el corazón reconstruido.

Convencerme de que soy valiente.



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